La presión, el dolor y la prueba siempre van agarradas de la mano. Eso nos espanta y nos inmoviliza de tal manera que algunas veces entramos en pánico. Los índices de casos por depresión aumentan día a día, y lo más triste es que no arropa a los adultos sino a los niños y adolescentes. Sean las causas que la provoquen: familia, escuela o sociedad en general. La presión está presente y es aquí donde el ser humano debe apelar y retomar esa área de su vida tan olvidada que es la espiritualidad.
Por ello, en esta corta reflexión traeremos como referencia a Job. De él sabemos que era un hombre rico y exitoso, el más admirado en su sociedad. Como le ha pasado a muchos, Job cayó en desgracia, y la Biblia nos relata que Dios Padre, El Todopoderoso mismo testifica algo grande acerca de Job: "No hay otro como él en la tierra" (Job 1:8). La Palabra de Dios lo destaca como una de las tres columnas de la historia de la salvación (Noé, Daniel, Job - comp. Ezequiel 14:14). Sin embargo, el Diablo como siempre, quiso desmentir al Señor descalificando el testimonio de Job ante Dios. Por lo tanto, le dijo:
“Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?
¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.” Job 1:9-10
Así vemos que pareciera que todo lo que le pasó a Job Dios lo pudo haber evitado. No obstante, los que comprendemos la Palabra de Dios con la guía del Espíritu Santo, sabemos que todo lo que nos ocurre tiene un propósito divino, sumado al Honor de la Palabra del Señor ante el enemigo y la confianza depositada el su siervo Job. Recordemos: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Romanos 8:28 (RVR 1860).
La presión en la prueba es natural, Job perdió toda su fortuna, le sobrevino una enfermedad mortal y acuciosa, se desmoronó su matrimonio, que en verdad él pudo evidenciar la calidad de esposa que tenía a su lado; una mujer blasfema, interesada sólo en las posesiones materiales y denigrante de la fe compartida en su matrimonio. Tanto así que Job la llamó fatua y aún así se aferró más a Dios Padre. Por último, Job perdió su buena reputación ante sus amigos y el contexto social sonde vivía.
Cuando se cae en desgracia como Job, la muerte parece ser la mejor opción. No obstante, la integridad y la lealtad en el Padre Celestial, le mantuvo firme y nunca blasfemó contra aquel que prometió estar con él en las buenas y las malas. Por eso Job afirma: “… Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. Job 1:21 (RVR1960). La presión más fuerte que tenía Job, o por la que todos podemos pasar es la presión social, en medio de la desgracia no sólo que tu familia y amigos te abandonen. Sumado a esto, que te juzguen constantemente y te acusen agregando culpas neuróticas a tu problema o prueba, que en el caso de Job, nada de su desgracia fue provocada por él.
Los seres humanos, estamos expuestos a similitudes de desgracias: pérdida de un negocio, robos, muerte de familiares queridos o una enfermedad incurables, entre otras situaciones adversas a la estabilidad a la que estamos acostumbrados.
¿Podemos evitar la presión en las pruebas? No, la presión siempre va a estar allí. Pero gracias a Nuestro Señor Jesucristo podemos vencerla. El mismo llegó al punto cero, el nivel máximo de la presión, cuando oraba en el Getsemaní y sudaba gotas de sangre, para luego morir torturado en la cruz del Calvario y el control que mantuvo Jesucristo fue tan loable y digno de toda Gloria y Alabanza que en ningún momento se rindió y renegó de su decisión de ser el Cordero de Dios que quita todos nuestros pecados y nos garantizó la Vida Eterna.
Es maravilloso saberlo, y Job lo sabía en su interior, en esa relación íntima con Dios Padre. "Yo sé que mi Redentor vive". Cuando las seguridades terrenales desaparecen, irrumpe la poderosa seguridad de la fe: "Yo sé que mi Redentor vive". Cuando la muerte amenazaba a Job, la vida del Redentor se manifestó poderosamente a través de él: "Yo sé que mi Redentor vive". Aquí se concreta finalmente algo asombroso. Job ya no poseía nada. Ya no tenía nada en la tierra de lo cual pudiera decir: "es mío". Aún más triunfalmente exclamó en ese momento: "Yo sé que mi Redentor vive". Cuando ya no quedó nada en la vida de Job, permanecieron aún el Señor y él mismo. ¡Qué intima llegó a ser su comunión con su Señor a través de esta prueba! "Yo soy Suyo, y El es mío!" (Cnt. 6:3) ¡Job se aferró ahora mucho más a su Señor!. Y en ese aferrarse y sostenerse por la fe de la mano del Señor es donde toda presión se disipa y veremos todo más claro que la luz del mediodía.
Y cuando la presión se disipa por la confianza en el Señor sucede el milagro de la providencia:
Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero; porque tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas,
"y tuvo siete hijos y tres hijas." Job 42:12-13 (RVR1960)
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