Al ser humano le cuesta desprenderse de muchas cosas que ha acumulado a lo largo de su vida.
Radica en la necesidad básica de sentirse seguro en una casa y estar rodeado de sus recuerdos estampados en fotografías, objetos que le transmitan que gracias a su esfuerzo (sea cual sea) de trabajo y galardonado con la adquisición material de estos trofeos sociales.
Aunado a la competencia de la calidad o popularidad en cuanto al poder adquisitivo de esas recompensas materiales. Le quitamos parte o el todo de estas ganancias materiales, le veremos desplomarse psicológicamente y socialmente.
En nuestra sociedad existen personas que son la antítesis del común denominador social. Son aquellos que tienen un llamado o una misión que supera la lógica social, y rompen los cánones estatuarios que expresan lo que se espera de un ciudadano común.
Ese llamado es altamente altruista y requiere del desprendimiento de todo vestigio de “normalidad social”. Son los que tienen “poco sentido” para el mundo, los que saltan las barandas sociales para provocar cambios en donde nadie se ha atrevido a llegar. A estos los llamaré: conquistadores de almas. Y no estoy exponiendo sólo a los misioneros, sino a todos aquellos samaritanos que decidieron aportar un “grano de arena” para ayudar, apoyar y restaurar las grietas dejadas por la inconsciencia de los “acomodados sociales” como; las erradas decisiones políticas que provocan conflictos bélicos: hambre, desidia, intolerancia racial, genocidio entre otros atentados hacia la humanidad. Sumada a las alteraciones en el ecosistema que conllevan a los desastres naturales que cobran vida de inocentes y devastan poblados o ciudades enteras.
Sería muy largo de contar todos los problemas que acarrean la necesidad de reclutar gente dispuesta a negarse a sí mismos para aportar su propia vida para que este mundo siga girando sin atascos.
Los luchadores y activistas sociales, los misioneros o cualquier persona común que deciden salir de su zona de confort, para ser esos embajadores de buena voluntad que con sus acciones, logran desprender sonrisas en la adversidad, abrazar al frío invierno de corazones sin esperanza, salvar vidas que estaban desahuciadas por los compendios político-sociales.
Jesucristo decidió salir de su zona celestial, esa disposición ha sido la manera inefable para salvar a toda la humanidad por centurias de centurias, hasta su venida. El regalo de la salvación está acompañado del equipamiento de todo aquel que lo reciba para hacer obras en Su Nombre. Porque hablar es muy fácil, ejecutar la acción samaritana es un prodigio sobrenatural.
Los misioneros o gestores de cambio, son servidores cómo El lo fue. Aún cuando Jesús no tenía una casa, propiedad, cama o cualquier pertenencia material o social. El nunca padeció de estas necesidades, lo más inverosímil es que no poseía ni una alforja para el camino.
No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
Lucas 10:4 (RVR1960)
Sus vidas se resumían en la acción de caminar y encontrar hospedaje en ese camino. Es inimaginable pensar que se pueda vivir así hasta que te toca hacerlo.
Aún cuando no pecaremos de ignorantes sobre la existencia de los falsos misioneros, que viven en mansiones y se lucran de los servicios humanitarios. De ellos no hablaremos en este artículo.
Me toca enunciar que tenemos más pertenencias que Jesús y sus discípulos, tenemos por lo menos una maleta. Sí, una maleta. El misionero y el que viaja por el mundo para intervenir en conflictos sociales o desastres naturales, sabe que debe acomodar en esa maleta sus sueños, esperanzas, buenos y malos recuerdos en los bolsillos más pequeños, relaciones familiares, añoranzas y sobre todo su comodidad empaquetada para dejar libre el poder de la compasión y el amor al prójimo.
Jesucristo no tenía esa maleta. Por ello, es un privilegio seguir su ejemplo y enseñanza. En su mirada, sus manos, pies y todo su cuerpo emanaban amor, fe y esperanza para aquellos que le buscaban o lo encontraban en su camino. Parece triste pensar que para los que somos misioneros que toda nuestra vida se resuma en una maleta.
Sin embargo, no es así. Esa maleta no es la falta de juicio social, es representación simbólica de la expresión de esperanza que todo ser humano quisiera alcanzar: ser libre para amar sin ataduras sociales. Estar desnudo emocionalmente y ser espontáneo al mismo tiempo, sin prejuicios. Sólo con una condición y un alto precio que pagar: la seguridad y el confort.
Esa maleta también representa el único acompañamiento físico que te mantiene pegado a la tierra, en cada noche sombría, en cada cuarto sin la decoración a la cual estabas acostumbrado a disfrutar o en un paraje donde sólo escuchas los quejidos, el gotear de la sangre en la tierra y llantos ante un bombardeo ensordecedor que apaga toda ilusión y sueño humano para alcanzar esas estrellas que ves en la noche.
Pensar cuando deberás empacar e ir a otro lugar donde necesitan de tus humildes talentos, es la esperanza de todo misionero. Aún cuando el abrazo y acompañamiento del Señor lo llena todo, esa maleta encierra la promesa de amarle a El y servirle con todo tu corazón. La miras y los recuerdos vienen a tu memoria; es tu casa empaquetada allí, son tus fotografías, el resguardo de lo que te cubre del frío y alimento escondido para calmar el hambre cuando se pueda tener la ocasión de hacerlo.
Todo este pensamiento nace de un viaje a otra ciudad, la autora fue llevada por su líder a estación de trenes y ésta al verla le dijo:
_ ¿Una maleta? Si te vas por un largo tiempo que requiere de otra maleta.
Yo la miré y le dije:
_ Sí, es una sola maleta.
Ella me miró con mucho cariño y me expresó:
_ Tu vida es una maleta.
Entonces yo me conmoví y sentí que estaba encaminada en la misión que Jesucristo me había asignado. Mi maleta lleva conmigo lo necesario, ella se queja si empaco cosas demás y me recuerda que no hace incluir más cosas materiales, ya que El me llamó tiene provisión para mi camino:
Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis.
Y al entrar en la casa, saludadla.
Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros.
Mateo 10: 11-13 (RVA 1960)
La capacidad de adaptación hacia diferentes culturas, idiomas, espacios físicos y trato con diferentes personas y organizaciones, le permite al misionero expandir su comprensión al dolor humano. También es imperante resguardar el corazón porque la resistencia humana tiene sus límites. Y para ello su espíritu y alma se anclan en la Roca Inconmovible de los Siglos: Jesús. Y el acompañamiento del Espíritu Santo y La Palabra de Dios como refrigerio y lumbrera en ese camino escabroso y oscuro.
Todos estos elementos no hacen pesada la maleta del viajero, se aligera la carga, porque se empacan dentro de ella las Promesas Divinas, Los Dones y Los Sueños inquebrantables del embajador de paz que se cristalizan cuando restaura los corazones fracturados y los lugares que a otros le fue imposible restituir.
Poema
Las semillitas de un misionero...
El pregonero en la plaza grita:
_Oye caminante traigo semillitas saltonas y traviesas
Ellas son ingenuas y siempre luchan contra el infortunio
Son crédulas y se meten en el equipaje de los misioneros
Son como perlas que deseosas miran el mar de reojo
Y anhelantes suplican al peregrino para que las saque de su maleta:
_Libéranos caminante no nos importa si no hay suspiro de luna.
El caminante las observa que ellas juguetean
y se desperezan de sus trémulos sueños
De repente una lagrimita les brilla de lejos
Se preguntan y sienten vergüenza ajena
El caminante conmovido con el corazón declara su pena:
_Que nadie interrumpa vuestra algarabía agreste
Amigos míos:
Ellas son como los Alelíes y margaritas que se muestran a las niñas
Se ven como las habas y los girasoles que translucen los sentidos
Son chispitas de luz que azogan la cruenta congoja del peregrino
Y sus Virtudes zurcen el destino de esa gota
En un último suspiro se aferran tenaz al timón
Porque creen que el viento del norte regará sus ilusiones
Se maravillan al ver el avance del marino que sin recodos engañosos
Ve que su recompensa es avistar las bellas toronjas en el horizonte
_Se encienden llamas enamoradas por ti. Dicen las niñas al caminante
El viajero suelta el gabán y desnuda su alma
La mirada de ellas le confirma que El debe morir para ganar
Le suplican las chiquillas:
_Entiérranos para morir y que no se encrespen tus sienes
Y naceremos de nuevo para que veas las Vides tocando violines y violas
Esparciendo acordes de esperanza en tus bodas
Cons. Carmen Ramos
Rayed Redemption Ministry